lunes, 1 de noviembre de 2010

Beuys y Aristóteles

Aristóteles

Joseph Beuys
El día 17 de Junio asistí a una conferencia en un museo de arte contemporáneo que, por su titulo (trampa engañosa de la lingüística) me pareció interesante: Opinión pública y arte contemporáneo.  Los ponentes: una periodista especializada en crítica de arte y un educador artístico amenizaban la propuesta y la posterior mesa de debate. Los principios de la conferencia eran coherentes y apetecibles al tiempo. Entonces, decidí darle otra oportunidad a dicha entidad (porque ya lleva muchas)

El resultado de tan sabroso cóctel fue una purga de burra para el intelecto, como hubiera dicho mi querido García Márquez, ya que logró despertar en mí las ganas de escribir…para mal. Bueno, para mal, no. Para hacer una crítica constructiva sobre cómo no hacer una conferencia sobre educación artística.

La ponencia comenzó con una “performance” que, aunque parecía prometer, sólo se reducía a la lectura de un escrito de Marilu Knode-profesora de arte moderno y contemporáneo en la Universidad de Missouri-St. Louis- por parte de la periodista invitada. La mujer no estaba pendulando de un cable como Regina Galindo es una acción Lo voy a gritar la viento ni se sacaba el manuscrito de su vagina como Carolee Schneemann. El texto fue lo único acertado.

Luego pasó su turno de actuación y habló el educador artístico, cuyo noble fin era esquematizar y reflexionar sobre ciertos puntos del texto leído. ¿Su intervención? Ni esquematizó, ni reflexionó sin duda alguna. Fue, más bien, una gran paja mental que oscilaba entre conceptos sobre cine, la cuestión del artista adorado/a y lo poco que se quiere a la performance. Se fue por las ramas de tal manera sin concluir una sola frase que no se centrara en la línea argumental central que yo, allí, perpleja, comencé a acordarme de unos zapatos que quería comprarme por Internet. Yo, un proyecto de educadora artística (lo reconozco) no veía ni la educación ni las sensatez para comunicar hechos -no creo- tan difíciles para el público. Y pensé en descargar mi frustración en el debate póstumo (y tan póstumo, ¡¡¡aquello estaba muerto!!!)
Y comentarles si me dijeran al levantarme de la silla:
- Señora, ¿se marcha?
Y yo decir:
- Pues si, señores y señoras me marcho porque somos unos hipócritas. Tanto hablar del público y de que no aprecian el arte contemporáneo y aquí este señor que dice ser un educador artístico no es ni tan siquiera un buen comunicador. Tanto llorar por los rincones que la gente no capta el material del cual esta hecho el arte de hoy y nosotros nos tragamos estas pajas mentales y elucubraciones y diatribas sobre el videoarte y la crítica y su p… madre, sin entender una sola palabra.

Y entonces me acordaría de Aristóteles, y les diría que si ya se habían olvidado de la genial Ética a Nicomaco, en la cual el filósofo enumeraba las características para ser feliz: ser guapo o guapa, tener las necesidades básicas cubiertas, provenir de una buena familia y poseer una propia aún mejor. Sólo entonces podrías ser feliz y, obviamente, apreciar las cosas hermosas, curiosas o escalofriantes del mundo. En época de crisis, pretender que el público capte el significado de la performance cuando ya tiene suficientes problemas con captar lo que les intenta decir la factura del gas o el director del banco con su euribor es la monda. Y nosotros llorando porque no nos quieren los espectadores…

Pensar así nos hace unos ególatras desquiciados del arte. Y si en el texto le daban la culpa a Joseph Beuys por haber comentado en alguna ocasión que todos y todas podemos ser artistas, y que por ello, el publico se habría envalentado a criticar sobre arte y hacer esculturas en sus garajes, yo les digo que no se asusten los comisarios independientes que nadie les va a quitar el pan. Que sólo se atreverán, en esta época incierta, a jugar al arte a los guapos y guapas, con dinero, con una familia de cuento y la panza llena. Vaya, como los enchufados de siempre.